A veces es inevitable el desaliento, pero aun en tales instantes debemos saber que, tarde o temprano, llegaremos a éso a lo que estamos destinados.
Quizá no obtengamos aquello que queremos, o por lo que luchamos denonadamente. ¿No será porque somos ciegos a buscar aquello que nos pertenece de verdad?
Tal vez no son para algunos hombres las riquezas materiales, sino el amor de sus semejantes la recompensa.
O tal vez la recompensa para algunas vidas es conseguir la paz de corazón y no el desasosiego que viene con la fama del mundo.
O quizá no era aquella bella mujer en el exterior, sino ésa que está a nuestro lado, la del hermoso corazón, la mejor esposa que pudimos conocer.
Ciertamente, tarde o temprano, llegaremos a éso a lo que estamos destinados.
Ha de llegar...
La paz ha de llegar, iluminará nuestras vidas;
ésto será en la renovación de los corazones.