He llegado a la conclusión que el tesoro más preciado del mundo es la paz del corazón; podremos tener riquezas, títulos universitarios, fama, incluso el amor de la persona que deseamos, pero sin paz todo es sin significado.
La paz es como un despojarse, un dejar atrás los lastres innecesarios, es olvidar lo que nos hizo daño, es finalmente no esperar ya nada de las vanalidades de la vida.
Pero sobretodo, es saber que la paz es la amorosa presencia de Dios en nuestros caminos.
El hombre que pierde esta paz, da lugar a la angustia y la desesperación. En su penumbra no podrá distinguir el día de la noche. Las palabras de aliento carecerán de sentido para él, como si se trataran de un idioma extranjero. No tendrá esperanza del futuro.
Es por eso que digo que la paz del corazón es el hallazgo más valioso de nuestras vidas; ilumina la cara de sus escogidos; es el fruto más dulce que nos llevamos a la boca antes de irnos a la cama; no habrá temor que nos mantenga alejados del sueño.
La paz y su envoltura de amor vendrán a los que aman el bien.
